Bajo un inclemente sol y la temperatura que superó los 30 grados centígrados, casi todo el día, nos dimos a la tarea de recorrer parte de la capital surinamesa.
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Ciudad pequeña, cerca de 250 mil habitantes, pero diversa, producto de la migración africana, asiática, caribeña, europea y brasileña en toda su historia. Esa mezcla se refleja en el idioma, religión, gastronomía y las costumbres.
En un día se puede conocer buena parte de la región que está rodeada por el caudaloso río Surinam, que conecta la pequeña metrópoli con la inmensa selva amazónica del sur del continente.
Paramaribo está rodeada por el río Surinam, caudaloso y de color café por el torrente de agua y tierra. (Foto: Pedro Mijangos)
La travesía la comenzamos con la imponente Basílica de San Pedro y San Pablo, construida casi al cien por ciento de madera. Ahí nos encontramos con tres guatemaltecos, verapacenses, que se aventuraron a venir, aun sin tener entradas para el estadio. Hoy definen si logran ingresar o no.
Luego, conocimos su “Obelisco” o “Parque Central”, haciendo la comparación con nuestro país con el lugar donde se reúne la población para festejar acontecimientos alegres, o bien para manifestar.
Los caminos nos fueron llevando hasta el mercado central, donde también vimos la cantidad de frutas, verduras y especies que se venden. Poco regateo, los precios están en carteles y no hay de otra. Como los mercados de Guatemala, también hay lugar para la ropa y otros artículos.

Una panorámica de la Basílica de San Pedro y San Pablo en Paramaribo. Es uno de los lugares más visitados de la capital surinamesa. (Foto: Pedro Mijangos)
Cerramos nuestro mini tour de manera futbolera, visitando el estadio André Kamperveen donde históricamente jugaron de local el Transval y Robinhood, viejos conocidos del futbol guatemalteco, especialmente el primero, rival de Municipal cuando ganaron la Concacaf en 1974.